14 febrero 2008

Discurrir el día

No es que haga mucho frío pero esperar a alguien solo es hacerlo siempre en minoría, así que, en el impas, me queda el cuerpo de gorrión. Y entre mensaje y mensaje una brisa clandestina tropieza el vuelo sobre un mapa monumental de la ciudad que acaba por engullir a otra víctima del tsunami turístico. Y ahí estoy yo, como siempre, revolcado entre impudicias de viejo llorica. Repitiéndome a mi mismo que Barcelona está llena de gente pero no se ve un alma. Y ni siquiera nos queda la alegría del infierno. Como mucho la tristeza de un paraíso postal.